“Al árbol verde lo seco, y al seco, lo hago florecer”. —Ezequiel 17:24
El Rabí no quiere que seamos perfectos, solo reales. Sin embargo, a veces nos esforzamos tanto por agradar a Dios e impresionar a los demás, decididos a ser cristianos perfectos, que nos quedamos sin energía y nos enfermamos por nuestra propia apariencia lograda y
Nos deja con una sensación peligrosamente frágil, tan carentes de vida y de frutos como un árbol que se marchita en pleno invierno. Necesitamos una transfusión divina. Aunque siempre va a cortar la madura falsedad y la improductividad de nuestra hipocresía, él nunca aplastará las cañas magulladas de nuestras vidas destrozadas.
Las ramas cortadas que deja a lo largo del camino nunca son el resultado de su disgusto sino de su poda cuidadosa. Venga con Brennan, reclínese y escuche el latido del corazón del Rabí; sienta la vitalidad que regresa a su alma cuando se acepta a sí mismo; reciba su amor y deléitese en su gracia.