Y los Ángeles Guardaron Silencio
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Cuando Jesús entró en sus últimos días y se enfrentó al Gólgota, actuó con un propósito amoroso y una intención deliberada. Cada paso estaba calculado. Cada acto fue premeditado. Y los ángeles guardaban silencio te permite entrar y observar una visión reveladora e íntima de la última semana de nuestro Salvador. Este no es un simple paseo. Jesús no conversa. No se detiene. está en su viaje final.Camina con determinación hacia la ciudad santa, enfadado en el templo, cansado en Getsemaní, con dolor hacia la Vía Dolorosa. Y, de manera poderosa, sale de la tumba vacía.El maestro de la narración y autor de superventas, Max Lucado, nos invita a seguir a Jesús en su viaje final. Puesto que al observar el suyo, podemos aprender cómo hacer el nuestro, así como también lo que le importa a Dios. Desde su inicio en el Ministerio en 1978, Max Lucado ha servido a iglesias en Miami, Florida; Río de Janeiro, Brasil y San Antonio, Texas. Actualmente sirve como ministro principal en la Iglesia de Oak Hills en San Antonio. Es el autor inspiracional más vendido de Estados Unidos con más de 140 millones de libros impresos. Excerpt. © Reprinted by permission. All rights reserved. «¿Qué, pues, haré de Jesús?», Pilato lo preguntó primero, pero desde entonces todos nos lo hemos preguntado. Esa es una buena pregunta. Una pregunta necesaria. ¿Qué hace uno con un hombre así? Él se llamaba a sí mismo Dios, pero usaba las ropas de un hombre. Se llamaba a sí mismo el Mesías, pero nunca comandó un ejército. Se le consideraba un rey, pero su única corona fue de espinas. El pueblo lo reverenciaba como regio, pero su único manto estaba cosido con burla. No en balde Pilato estaba desconcertado. ¿Cómo se explica semejante hombre? Una forma es hacer un viaje. Su recorrido. Su último trayecto. Y eso es lo que hemos hecho. Hemos seguido sus pasos y nos hemos parado en su sombra. De Jericó a Jerusalén. Desde el Templo hasta el huerto. Desde el huerto hasta el juicio. Desde el palacio de Pilato hasta la cruz del Gólgota. Lo hemos observado caminar: indignado en el templo, agotado en Getsemaní, adolorido por la Vía Dolorosa. Y poderoso fuera del sepulcro vacío [...] Pero la peregrinación no ha terminado. El viaje no está completo. Hay otro trayecto que debe recorrerse. Él prometió: «Yo regresaré». Y para probarlo, rasgó en dos el velo del Templo y abrió de par en par las puertas de la muerte. Él volverá. Él [...] volverá por sus seguidores. Y nosotros [...] no podremos contener nuestra alegría. «¡El que nos redimió ha regresado!», gritaremos. Y la peregrinación habrá terminado y tomaremos asiento en su banquete... para siempre. Nos veremos junto a la mesa.